El tiempo pasa y vivimos experiencias que nos ayudan a evolucionar como personas, como amigos, pareja, hijos, padres… Todos y cada uno de nosotros creemos en nuestro interior que cada nueva experiencia es un nuevo reto, una nueva forma de seguir adelante. Nos encontramos ante situaciones y personas que nos hacen abrir los ojos, que nos descubren que estábamos equivocados o que realmente teníamos razón, que nuestros ojos no poseían la venda que creíamos y que éramos nosotros los que disponían de la verdad.
Las personas nos mienten, nos engañan y nosotros nos creemos sus hermosas medias verdades, pero algo en el fondo de nuestro ser nos dice que nos están engañando y no terminamos de confiar del todo, nos aferramos a ese sentimiento hasta que decidimos sacarlo a la luz, y a veces nos vuelven a mentir, diciéndonos que eso no es así pero nosotros seguimos creyéndolo firmemente hasta que llega el día que todo sale a la luz y nos sentimos bien por saber que en todo momento lo sabíamos, aunque no podemos evitar sentirnos decepcionados pos habernos dejado engañar por aquellas personas en las que confiábamos.
Pero poco importa ya eso, sobre todo si hemos llegado a encontrar personas en las que realmente confiamos y con las que deseamos estar. Ya poco importa si nos utilizaron como meros objetos, como meras muñecas de trapo para secar lágrimas o meras muñecas con las que desahogarse… A todos les llega su sino, a todos les llega ese momento en el que se dan cuenta de las cosas que han hecho mal y de todo aquello que han perdido, pero entonces ya será demasiado tarde y aquello que perdieron ya ha sido encontrado por otro que realmente sabe cómo cuidarlo, alguien para quien ese objeto cobra vida y se convierte en una persona de carne y hueso, con alma y sentimientos, que sufre, llora, ríe y disfruta.
Entonces, y sólo entonces, nos aferramos a esa persona deseando no volver a ser engañados y viviendo con la ilusión de que al fin hemos encontrado nuestro lugar…
¿Será éste mi verdadero lugar?



