miércoles, 28 de octubre de 2009

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Como expresar esas palabras que aún hoy se enredan en tu alma, palabras oscuras que desean escapar de una prisión de censura y miedo. Palabras que afloran con cada nuevo sentimiento, con cada nuevo día... Quisiera poder huir lejos, allá en donde nadie me conociera, donde nadie supiera qué o quién soy, un lugar en donde empezar desde 0. ¿Por qué? Eso mismo me pregunto yo... Puede que quizás no sea tan fuerte como aparento, que quizás ya esté harta de seguir luchando por un camino que no parece tener solución, después de todo ya no soy ni la mitad de lo que era. Todo lo bueno ha quedado hundido por el peso del tiempo.

Recuerdo aquellos buenos momentos que antaño pasé, muchos puede que me consideren desagradecida o egoísta pero no puedo soportarlo más, mi cuerpo es una prisión de carne que quiere explotar en mil pedazos, escapar de esta cruel realidad que azota mi alma y mi ser. Muchos dirán que cosas buenas de mí, pero yo no creo que sea todas esas cosas buenas... Hace mucho tiempo ya que no me siento a gusto conmigo misma, que no me siento ser yo misma. Muchos pensarán que todo esto es un intento de llamar la atención, es posible, pero es una manera de decirle a todo aquel que lea esto como me siento... Que no soy tan fuerte como la gente se piensa, que también lloro y sufro, que odio y amo, que desearía encerrarme en una oscura habitación y no volver a salir... ¿Dónde quedo la buena imagen de mí? ¿Dónde mi autoestima y mi fuerza de voluntad? Supongo que ya nada es ni será como era, pues las almas mueren y con ellas los corazones...
En estos momentos ando preguntándome si debería borrar esto o publicarlo, pero borrarlo sería volver a esconderme... ¡Y Ya estoy harta! Harta de tanto teatro y tanto cuento... No soy buena, ni tampoco mala, solamente soy una mujer que duda de su propia existencia, de sus propias decisiones y pensamientos, una persona que duda de todo aquello en lo que debería creer...

Sin más, me despido por hoy...

Buenas noches y hasta la próxima ocasión en la que mis dedos se conviertan en el instrumento de mi alma.


P.D. Muchos me echaréis la bronca por no hablar esto en persona, pero si realmente me conocéis sabréis que hay cosas que soy incapaz de de decir o contar.

jueves, 1 de octubre de 2009

El heavy segun Arturo Perez Reverte


PATENTE DE CORSO, POR ARTURO PÉREZ-REVERTE

Corsés góticos y cascos de walkiria

No soy muy aficionado a la música, excepto cuando una canción –copla, tango, bolero, corrido, cierta clase de jazz– cuenta historias. Tampoco me enganchó nunca la música metal. Me refiero a la que llamamos heavy o jevi aunque no siempre lo sea, pues ésta, que fue origen de aquélla, es hoy un subestilo más. Siempre recelé de los decibelios a tope, las guitarras atronadoras y las voces que exigen esfuerzo para enterarse de qué van. Las bases rítmicas, el intríngulis de los bajos y las cuerdas metaleros, escapan a mi oído poco selectivo. Salvo algunas excepciones, tales composiciones y letras me parecieron siempre ruido marginal y ganas de dar por saco, con toda esa parafernalia porculizante de Satán, churris, motos y puta sociedad. Incluidas, cuando se metían en jardines ideológicos, demagogia de extrema izquierda y subnormalidad profunda de extrema derecha. Etcétera.

Sin embargo, una cosa diré en mi descargo. De toda la vida me cayeron mejor esos cenutrios largando escupitajos sobre todo cristo que los triunfitos relamidos, clónicos y saltarines, tan rubios, morenos, rizados y relucientes ellos, tan chochidesnatadas ellas, con sus megapijerías, sus exclusivas de tomate y papel cuché, y toda esa chorrez envasada en plástico y al vacío. Al menos, concluí siempre, los metaleros tienen rabia y tienen huevos, y aunque a veces tengan la pinza suelta y hecha un carajal, éste suele ser de cosas, ideas, fe o cólera que les dan la brasa y los remueven, y no de cuántas plazas será el garaje de la casa que comprarán en Miami cuando triunfen y puedan decir vacuas gilipolleces en la tele como Ricky, como Paulina, como Enrique.

Pero de lo que quiero hablarles hoy es de música metal. Ocurre que en los últimos tiempos –a la vejez, viruelas– he descubierto, con sorpresa, cosas interesantes al respecto. Entre otras, que esa música se divide en innumerables parcelas donde hay de todo: absurda bazofia analfabeta y composiciones dignas de estudio y de respeto. Aunque parezca extraño y contradictorio, la palabra cultura no es ajena a una parte de ese mundo. Si uno acerca la oreja entre la maraña de voces confusas y guitarras atronadoras, a veces se tropieza con letras que abundan en referencias literarias, históricas, mitológicas y cinematográficas. Confieso que acabo de descubrir, asombrado, entre ese caos al que llamamos música metal, a grupos que han visto buen cine y leído buenos libros con pasión desaforada. Ha sido un ejercicio apasionante rastrear, entre estruendo de decibelios y voces a menudo desgarradas y confusas, historias que van de las Térmópilas a Sarajevo o Bagdad, incluyendo las Cruzadas, la conquista de América o Lepanto. Como es el caso, verbigracia, de Iron Maiden y su Alexander the Great. La mitología –Virgin Steele, por ejemplo, y su incursión en el mundo griego y precristiano– es otro punto fuerte metalero: Mesopotamia, Egipto, La Ilíada y La Odisea, el mundo romano o el ciclo artúrico. Ahí, los grupos escandinavos y anglosajones que cantan en inglés copan la vanguardia desde hace tiempo; pero es de justicia reconocer una sólida aportación española, con grupos que manejan eficazmente la fértil mitología de su tierra: Asturias, País Vasco, Cataluña o Galicia. Tampoco el cine es ajeno al asunto; las películas épicas, de terror o de ciencia ficción, La guerra de las galaxias, Blade Runner, Dune, las antiguas cintas de serie B, afloran por todas partes en las letras metaleras. Lo mismo ocurre con la literatura, desde El Señor de los Anillos hasta La Isla del Tesoro o El Cantar del Cid. Todo es posible, al cabo, en una música donde el Grupo Magma canta en el idioma oficial del planeta Kobaia –que sólo ellos entienden, los jodíos– mientras otros lo hacen en las lenguas de la Tierra Media. Donde Mago de Oz alude –La Cruz de Santiago– al capitán Alatriste y Avalanch a Don Pelayo. Donde los segovianos de Lujuria lo mismo ironizan sobre la hipocresía de la Iglesia católica en cuestiones sexuales que largan letras porno sobre Mozart y Salieri o relatan, épicos, la revuelta comunera de Castilla. Y es que no se trata sólo de estrambóticos macarras, de rapados marginales y suburbanos, de pavas que cantan ópera chunga con corsé gótico y casco de walkiria. Ahora sé –lamento no haberlo sabido antes– que la música metal es también un mundo rico y fascinante, camino inesperado por el que muchos jóvenes españoles se arriman hoy a la cultura que tanto imbécil oficial les niega. El grupo riojano Tierra Santa es un ejemplo obvio: su balada sobre el poema La Canción del Pirata consiguió lo que treinta años de reformas presuntamente educativas no han conseguido en este país de ministros basura. Que, en sus conciertos, miles de jóvenes reciten a voz en grito a Espronceda, sin saltarse una coma.

Imagenes para Pensar y Sentir

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